Hay un notable consenso, uno que va más allá de las fronteras pol’ticas, sobre los principios de lo que constituye una sociedad decente.
Todos valoramos un medio ambiente limpio. Todos queremos vivir en una sociedad pac’fica y segura. Necesitamos una buena salud f’sica, comunidades fuertes y tiempo libre para relajarnos y desarrollar nuestro potencial. Queremos seguridad económica y menos pobreza. Una sociedad basada en estos principios nos dar’a una buena base para la práctica espiritual y nos alentar’a a ser más sabios, más libres y más compasivos.
Por supuesto que ningún partido pol’tico oficialmente propugna mayor inseguridad, un ambiente degradado, o más tensión, crimen, pobreza y desigualdad. ¿Por qué es entonces que vemos pol’ticas que justamente promueven esos mismos resultados? ¿Por qué somos incapaces de crear el tipo de sociedad que verdaderamente queremos habitar en el nuevo milenio? ¿Por qué es que somos incapaces de hacer que las pol’ticas públicas estén de acuerdo con nuestros valores comunes y con las necesidades humanas?
Una razón importante es que hemos estado recibiendo un mensaje incorrecto de parte de nuestras actuales medidas de progreso, en particular de la que la mayor’a observa como indicador económico, el Producto Interno Bruto. Todos nosotros-pol’ticos, economistas, periodistas y público en general-nos hemos quedado atorados en igualar crecimiento económico con bienestar y prosperidad. De hecho, no hay probablemente en nuestra sociedad ningún mito más difundido y peligroso que la suposición materialista del PIB de que "más es mejor".
Observen el lenguaje que utilizamos. Cuando nuestra econom’a está creciendo rápidamente, se la llama "robusta", "dinámica" y "saludable". Cuando las personas gastan más dinero, "la confianza del consumidor" es "fuerte". Por el contrario, un crecimiento "débil" o "anémico" es señal de "recesión" o incluso de "depresión". Un aumento de ventas de automóviles señala una "recuperación creciente". Cuanto más producimos, comerciamos y gastamos, más crece el PIB y, por implicación, estamos mejor.
Ésta no era la intención de los que hicieron el PIB. Simon Kuznets, su principal inventor, advirtió hace cuarenta años: "Escasamente puede inferirse el bienestar de una nación a partir de una medida del ingreso nacional". La intención de nuestras estad’sticas de crecimiento nunca fue el ser utilizadas como una medida de progreso, como se hace actualmente.
EL CRECIMIENTO NO ES TODO IGUAL
De hecho, todas las actividades que degradan la calidad de nuestra vida, como el crimen, la contaminación y la adicción al juego, hacen crecer a la econom’a. Uno de los sectores que crecen más rápidamente en la econom’a estadounidense es el de las prisiones, ha estado aumentando a un ritmo anual del 6.2% desde la década de los noventa. El juicio de O.J. Simpson por s’ solo agregó 200 millones de dólares a la econom’a estadounidense, mientras que la explosión en la ciudad de Oklahoma y la matanza de Littleton alimentaron más a la floreciente industria de seguridad en los Estados Unidos, la que actualmente aporta a la econom’a 40 mil millones de dólares por año, con la mayor’a de las ventas hechas a las escuelas. ¿Es éste nuestro modelo de una econom’a "robusta" y "saludable"? El juego, un negocio de 50 mil millones de dólares por año, es otra industria en rápido crecimiento. Los divorcios agregan 20 mil millones de dólares por año a la econom’a de los E.U. y los accidentes de automóvil añaden otros 57 mil millones de dólares. Las ventas de Prozac se han cuadruplicado desde 1990, superando los 3 mil millones de dólares. El comer en exceso contribuye al crecimiento económico muchas veces más, comenzando por el valor de la comida consumida en demas’a y la publicidad necesaria para venderla. A continuación, las industrias de dietas y de pérdida de peso agregan unos 31 mil millones de dólares anuales más a la econom’a estadounidense y los problemas de salud relacionados con obesidad otros 50 mil millones de dólares.
En forma semejante, la contaminación tóxica, las enfermedades, la tensión y la guerra, todas hacen que la econom’a crezca. El Exxon Valdez contribuyó mucho más a la econom’a estadounidense derramando su petróleo que si lo hubiera entregado a salvo en el puerto, porque todos los costos de limpieza, los pleitos legales y el trabajo de los medios de comunicación se agregaron a las estad’sticas de crecimiento. La guerra en Yugoslava estimuló las econom’as de los pa’ses de la OTAN a razón de 60 millones de dólares diarios, y sus econom’as se beneficiarán aún más reconstruyendo lo que destruyeron.
Medir el progreso por la suma de la actividad económica es como si un polic’a sumara toda la actividad que observa en la calle. La mujer que pasea su perro, el ladrón que roba a un automóvil, los niños jugando en la esquina, el truhán que le pega a alguien con un tubo de plomo-todos son registrados por igual. En forma similar, nuestras estad’sticas de crecimiento no hacen ninguna distinción entre la actividad económica que contribuye a nuestro bienestar y la que le causa daño. El crecimiento es simplemente un aumento cuantitativo en la escala f’sica de la econom’a, y no nos dice nada sobre nuestro bienestar real y nuestro progreso.
Irónicamente, mientras estamos ocupados contando todo en lo que gastamos dinero, no asignamos ningún valor a las actividades vitales no remuneradas que realmente contribuyen a nuestro bienestar. El servicio comunitario voluntario, la columna vertebral de la sociedad civil, no es contado o valorado en nuestras medidas de progreso porque no se intercambia ningún dinero. Y aunque el trabajo en el hogar y la crianza de los hijos son más esenciales para la calidad de vida que muchos de los trabajos hechos en oficinas, fábricas y negocios, no tienen ningún valor en el PIB. Le damos valor a la creciente industria del cuidado de niños pero no contamos a la crianza no remunerada de los hijos, y por lo tanto no notamos que los padres están empleando menos tiempo que antes con ellos. ¿Es ésta una señal de progreso?
¿ESTAMOS "MEJOR QUE NUNCA" GRACIAS AL CRECIMIENTO?
¿Estamos "mejor que nunca" como resultado de décadas de crecimiento económico continuo? Ciertamente muchos de nosotros tenemos casas más grandes y más automóviles. ¿Estamos más contentos? En una reciente encuesta 72% de los estadounidenses dijeron poseer más que lo que ten’an sus padres, pero sólo 47% afirmaron estar más contentos que ellos.
Tenemos menos paz y seguridad, y tres veces más probabilidades de ser v’ctimas de un crimen que nuestros padres, una generación atrás. Estamos más tensos por el tiempo y nuestros trabajos son más inseguros. Nuestros niveles de deuda son mayores y los ingresos reales de la mayor’a están disminuyendo. La pobreza infantil está aumentando y el abismo entre ricos y pobres se está ensanchando. Los economistas predicen que, por primera vez desde la Revolución Industrial, la próxima generación estará peor que la presente.
Aun más peligroso es que el crecimiento ciego ha socavado nuestros recursos naturales, ha producido una contaminación masiva, ha destruido especies animales y vegetales a un ritmo sin precedentes, y ha cambiado el clima de un modo que ya amenaza al planeta. Cuanto más rápido agotamos los recursos naturales y quemamos los combustibles fósiles, más rápido crece la econom’a y, por consiguiente, pensamos que estamos "mejor que nunca". Debido a que no asignamos un valor a nuestros capital natural, en realidad contamos su depreciación como una ganancia, como si el dueño de una fábrica vendiera su maquinaria y lo contara como beneficio.
LO QUE MEDIMOS ES LO QUE VALORAMOS
Lo que medimos y contamos nos dice, en forma bastante literal, qué es lo que valoramos como sociedad. Si un maestro les dice a sus estudiantes que una tarea es muy importante, pero que no cuenta nada para la calificación final, el mensaje real es que la tarea no tiene valor, y los estudiantes dedicarán su atención al examen final, el que s’ "cuenta" para algo.
En forma semejante, lo que no medimos en nuestro sistema de contabilidad central será en la práctica dejado a un lado en la arena pol’tica. Podemos rendir un homenaje público a la calidad del medio ambiente y a los valores sociales y espirituales, pero si contamos a su degradación como progreso en nuestras medidas de crecimiento, entonces seguiremos enviando señales confusas a los pol’ticos y al público en general, entorpeciendo una acción terapéutica eficaz y distorsionando las prioridades pol’ticas. Mientras no valoremos expl’citamente a nuestro tiempo libre, al servicio comunitario voluntario, al tiempo que los padres pasan con sus hijos y a la riqueza natural, estos nunca recibirán una atención adecuada en la agenda pol’tica pública.
La obsesión con el crecimiento y el confundirlo con un desarrollo genuino nos ha llevado hacia abajo por un camino peligroso y autodestructivo. Es dudoso que les dejemos una buena herencia a nuestros hijos hasta que logremos ver más allá del mito de que "más" es inherentemente "mejor", hasta que dejemos de medir nuestro bienestar y prosperidad por cuán rápido está creciendo la econom’a y hasta que abandonemos el mal uso del PIB como nuestra medida principal de progreso.
Antes de ser asesinado hace treinta años, Robert Kennedy lo puso esta manera: "El Producto Nacional Bruto incluye a la contaminación aérea y a los anuncios de cigarros, y a las ambulancias que limpian de cuerpos a las carreteras. Cuenta las cerraduras especiales para nuestras puertas, y las cárceles para las personas que las rompen. El PNB incluye la destrucción de las secoyas y la muerte del Lago Superior. Crece con la producción de napalm y de proyectiles y ojivas nucleares.
"Y si el PNB incluye todo esto, también hay mucho que no comprende. No tiene un lugar para la salud de nuestras familias, la calidad de su educación, o la alegr’a de sus juegos. Es indiferente a la decencia de nuestras fábricas y también a la seguridad de nuestras calles. No incluye la belleza de nuestra poes’a o la fortaleza de nuestros matrimonios, o la inteligencia de nuestro debate público o la integridad de nuestros oficiales públicos. Mide todo, para abreviar, excepto lo que hace que la vida valga la pena."
UNA MEJOR FORMA DE MEDIR EL PROGRESO
Lo que se necesita con urgencia son medidas de bienestar, prosperidad y progreso que valoren expl’citamente los recursos inmateriales que son la verdadera base de nuestra riqueza, incluyendo la fuerza de nuestras comunidades, nuestro tiempo libre, la calidad del medio ambiente, la salud de nuestros recursos naturales y nuestra preocupación por los demás. Los medios para hacerlo existen.
De hecho, se ha hecho un tremendo progreso en los últimos veinte años en la contabilidad de los recursos naturales, indicadores sociales, estudios sobre el uso del tiempo, medidas de la calidad medioambiental y otros medios de evaluar el bienestar y la calidad de vida. Tenemos la capacidad de medir nuestro progreso de una manera acorde con nuestros valores compartidos y que nos permite saber si nos estamos dirigiendo hacia la sociedad que queremos crear.
Luego de que tres investigadores de California desarrollaron el Indicador de Progreso Genuino, en 1995, incorporando veintiséis variables sociales, económicas y medioambientales, cuatrocientos de los principales economistas, incluyendo ganadores del premio Nóbel, declararon: "Ya que el PIB sólo mide la cantidad de actividad en el mercado sin considerar los costos sociales y ecológicos involucrados, es inadecuado y engañoso en cuanto a una medida de verdadera prosperidad. Los pol’ticos, los economistas, los medios de comunicación y las agencias internacionales deben dejar de usar el PIB como una medida de progreso y reconocer públicamente sus limitaciones. Se necesitan urgentemente nuevos indicadores de progreso para guiar a nuestra sociedad. El IPG es un paso importante en esta dirección."
Aqu’ en Canadá, GPI Atlantic[1], un grupo de la investigación no lucrativo, está desarrollando un ’ndice de Progreso Genuino para la provincia de Nueva Escocia, trabajo que ha sido designado como proyecto piloto para todo el pa’s por Estad’sticas Canadá. Es diseñado como una herramienta práctica de pol’tica, fácil de mantener y de replicar, que puede medir con precisión el desarrollo sustentable y eso puede proporcionar a los pol’ticos una información muy necesaria sobre los problemas que actualmente están escondidos en nuestras estad’sticas económicas.
El IPG asigna un valor expl’cito a nuestros recursos naturales, incluyendo las tierras, los bosques, las pesquer’as y las fuentes de energ’a no-renovables. Evalúa la sustentabilidad de nuestros modos de cosechar, los hábitos del consumo y los sistemas de transporte. Mide y valora el trabajo no-remunerado voluntario y el del hogar y cuenta al crimen, la contaminación, las emisiones de gases de invernadero, los accidentes carreteros y otras pérdidas como costos económicos, no como ganancias como se hace en la actualidad.
El ’ndice sube si nuestra sociedad se está convirtiendo en más igualitaria, si tenemos más tiempo libre, y si nuestra calidad de vida mejora. Cuenta nuestra salud, nuestros logros educativos y nuestra seguridad económica. Intenta, para abreviar, medir lo que hace que la vida valga la pena. Es econom’a de sentido común que corresponde a nuestras realidades cotidianas de la forma en que realmente las experimentamos.
MIDIENDO COSTOS Y BENEFICIOS
Al contrario del PIB, el IPG distingue actividades económicas que producen beneficios de aquéllas que causan daño. Por ejemplo, un aumento del crimen hace crecer la econom’a, mientras que el tener una sociedad más pac’fica se presenta realmente como una desventaja en el PIB. Por el contrario, el IPG considera una sociedad pac’fica y segura como un valor social profundo. Al contrario que con el PIB, una disminución del crimen hace que el IPG suba, y los costos del crimen son substra’dos en vez de agregados en las valoración de la prosperidad.
El IPG toma una posición similar respecto de los accidentes carreteros, la contaminación tóxica y las emisiones de gas de invernadero, los que son vistos como costos en lugar de beneficios. Del mismo modo que con el crimen y la pérdida de recursos, esas son áreas de la econom’a dónde más crecimiento no es deseable en absoluto.
Al incorporar los costos directamente en la estructura de la contabilidad económica, el IPG puede ayudar a que los pol’ticos identifiquen las inversiones que disminuyen los costos sociales y medioambientales a la sociedad. El juego, la tala indiscriminada y otras industrias de crecimiento podr’an recibir menos apoyo gubernamental si se contaran los costos sociales, y las prácticas sustentables podr’an recibir más est’mulos.
Por ejemplo, IPG Atlantic encontró recientemente que un cambio del 10% del transporte de carga por camión a tren les ahorrar’a a los contribuyentes de Nueva Escocia 11 millones de dólares por año, si son incluidos los costos de emisiones de gases de invernadero, los accidentes carreteros, y los costos de mantenimiento de los caminos. El trabajar desde la casa sólo dos d’as por semana significar’a un ahorro anual de 2,200 dólares por empleado si se tienen en cuenta el tiempo de viaje, el combustible, el estacionamiento, los accidentes, la contaminación de aire y otros costos medioambientales y sociales.
Todo este gasto es contado actualmente como "progreso" por el PIB, mientras que trabajar desde la casa y compartir el uso de automóviles desacelera el crecimiento del PIB. Por el contrario, el método completo de contabilidad de costo y beneficio que hace el IPG le prestar’a más apoyo a las pol’ticas impositivas y a los incentivos de subsidio que apoyan las alternativas de tránsito masivo y otras prácticas más sustentables.
VALORANDO LOS RECURSOS NATURALES
No importa cuántos automóviles tengamos en la carretera o cuántas posesiones acumulemos, el medio ambiente no tolerará la ilusión de crecimiento. El valorizar los recursos naturales proporciona un marco de contabilidad que reconoce los l’mites inherentes a nuestra actividad económica y que aprecia el balance y el equilibrio.
En el ’ndice de Progreso Genuino, los recursos naturales son valorados como reservas finitas de capital, que están sujetas a depreciación tal como lo está el capital producido. El progreso genuino es medido por nuestra habilidad de vivir del ingreso o "los servicios" generados por nuestros recursos, sin agotar las reservas de capital, que son la base de riqueza tanto para nuestros niños como para nosotros.
El IPG reconoce el rango completo de servicios ecológicos y sociales proporcionados por estos recursos. Por ejemplo en la cuenta de bosques del IPG, no sólo se incluye la producción de madera, sino también el valor de bosques como protección de las cuencas acu’feras, el hábitat y la biodiversidad; resguardando contra la erosión de los suelos; regulando el clima y reteniendo el carbono; y facilitando la recreación y el goce espiritual. Tierras saludables y el mantenimiento de múltiples especies y bosques con muchas edades proporcionan innumerables beneficios económicos al robustecer la producción de madera, aumentar el valor económico de los productos del bosque, protegiendo contra incendios, enfermedad e insectos, y apoyando la floreciente industria de ecoturismo.
EL TIEMPO NO ES DINERO
Todos nosotros tenemos simplemente 24 horas por d’a y una duración limitada de vida. Cómo pasamos ese tiempo es una medida de nuestro bienestar, calidad de vida y contribución a la sociedad.
El IPG incluye estudios del empleo del tiempo cada 24 horas, para evaluar el equilibrio entre sus usos alternativos. Midiendo al tiempo como tiempo, en lugar de como dinero, elude también el mito del crecimiento ilimitado.
Según los métodos de contabilidad actuales, cuantas más horas trabajamos por dinero, más crece el PIB y más "progresamos". En una entrevista reciente, un funcionario ejecutivo principal de los Fortune 500 declaró que trabaja desde las 6 de la mañana a las 10 de la noche todos los d’as y que no tiene tiempo por nada más, excepto dormir. Según las normas convencionales, sus 4 millones de dólares de sueldo anual lo hacen rico. Según el IPG, cuando se miden y valorizan el tiempo familiar, el servicio voluntario y el tiempo libre, el ejecutivo puede estar llevando un estilo de vida muy pobre.
Aristóteles reconoció hace 2,400 años que el ocio es un prerrequisito para la contemplación, la discusión informada, la participación en la vida pol’tica y la genuina libertad. También es esencial para la relajación y la salud, para la práctica espiritual y para una calidad de vida decente. Pero la pérdida del precioso tiempo libre no es valorizada en nuestras medidas normales de progreso.
Las implicaciones pol’ticas de valorar el tiempo son profundas. Por ejemplo, GPI Atlantic encontró que los habitantes de Nueva Escocia tienen la mayor proporción de trabajo voluntario en Canadá, donando 134 millones de horas por año, el equivalente de 81,000 trabajos, o de 1,900 millones de dólares en servicios. Este depósito de generosidad es completamente invisible en nuestras cuentas convencionales; al no ser medido ni valorizado, el sector voluntario no ha recibido el apoyo que necesita para hacer bien su labor.
Un aumento en las horas de trabajo pagadas ha producido una disminución del 7% en las horas de servicio voluntario en los últimos diez años, cambio que ha pasado inadvertido por los pol’ticos pero ha sido registrado para primera vez en el IPG. Al sólo contar las transacciones monetarias, el PIB simplemente hab’a registrado una mayor cantidad de horas de trabajo pagadas como progreso.
El medir el trabajo del hogar, sin remuneración, destaca claramente la tensión que tienen por el tiempo los padres trabajadores, al esforzarse en equilibrar las responsabilidades del trabajo y de la casa, y en la necesidad de convenios de trabajo en armon’a con las necesidades de la familia al igual que horarios laborales flexibles.
El lugar de trabajo moderno no se ha ajustado todav’a a la realidad de que las mujeres han duplicado su participación relativa en la fuerza obrera remunerada. Las madres que trabajan hacen un promedio de once horas diarias de trabajo pagado y no pagado en los d’as de la semana, y quince horas más de trabajo no remunerado los fines de semana. El medir el quehacer doméstico destaca importantes problemas de equidad de ingresos: el trabajo tradicionalmente realizado en la casa por las mujeres es considerado como "gratis" y se ha devaluado en la econom’a de mercado, produciendo significantes desigualdades por género en la paga a cuidadores de niños y otros trabajadores.
EQUIDAD Y LA CREACIÓN DE TRABAJOS
Millones de estadounidenses han quedado atrás por el crecimiento súbito de la econom’a de su pa’s. La Oficina Federal de Censo informa que la desigualdad en el ingreso se ha incrementado desde 1968 en un 18% para todos los hogares estadounidenses, y en más de 23% para las familias. El 1% más rico de los hogares estadounidenses posee ahora el 40% de la riqueza nacional, mientras que el valor neto de las familias de clase media ha ca’do seriamente durante los años noventa debido a la creciente deuda. Bill Gates posee más riqueza que la suma del 45% de los hogares estadounidenses con menos recursos. ¿Es esto progreso?
No hay ninguna garant’a de que la marea de crecimiento económico eleve a todos los barcos, y la evidencia indica frecuentemente lo contrario. Por esta razón el IPG valoriza expl’citamente los aumentos de equidad y seguridad laboral como referencias de progreso genuino. De hecho, Estad’sticas Canadá reconoció recientemente que una preocupación por la equidad es inherente a cualquier medida de desarrollo sustentable, porque una vez que se acepta que hay l’mites al crecimiento, el problema principal pasa a ser una distribución justa en vez de un aumento de la producción. Si todo el mundo consumiera recursos al nivel de Estados Unidos y Canadá, necesitar’amos cuatro planetas adicionales para mantenernos.
En Estados Unidos y Canadá estamos condicionados a creer que la creación de trabajos es una condición necesaria del crecimiento. En cambio, podr’amos aprender de algunos pa’ses europeos que han creado más trabajos reduciendo y redistribuyendo el trabajo existente. Por ejemplo, los Pa’ses Bajos tienen una taza de desempleo del 3.4% y también el menor número de horas de trabajo por año que cualquiera pa’s industrializado. En ese pa’s, el trabajo de tiempo parcial está legalmente protegido, con igual sueldo por hora y prestaciones. Francia ha introducido una semana de trabajo de 35 horas; los daneses tienen cinco semanas de vacaciones por año; Suecia proporciona generosas licencias por paternidad y educativas, las cuales crean ofertas de trabajo. En un experimento muy creativo se les dio a los padres la opción de ausentarse los meses de verano para estar con sus hijos, con el reingreso garantizado en septiembre, creando de esa forma trabajos de verano para los estudiantes universitarios y ahorros a los patrones.
El reducir y redistribuir las horas de trabajo puede también mejorar la calidad de vida al crear más tiempo libre. Encuestas sobre el uso del tiempo muestran que los daneses tienen en promedio once horas más de tiempo libre por semana que los canadienses y estadounidenses.
Al contar el subempleo y el trabajo excesivo como costos económicos, y al dar un valor expl’cito a la equidad y al tiempo libre, el IPG puede sugerir una serie de estrategias inteligentes de creación de trabajos que son independientes del crecimiento.
CAMBIANDO DE PUNTO DE VISTA
Nada de esto significa que no deba haber crecimiento de ningún tipo. Algunos tipos de crecimiento económico refuerzan claramente el bienestar, aumentan la equidad y protegen el medio ambiente. Hay trabajos vitales que deben hacerse en nuestra sociedad: la crianza de los niños, el cuidado de los indigentes, la restauración de los bosques, el proveer comida y albergue adecuados para todos, el reforzar nuestros conocimiento y entendimiento, y el fortalecer nuestras comunidades. Pero nunca vamos a cambiar nuestra atención hacia el trabajo que se necesita si no valoramos a nuestros recursos naturales, el trabajo voluntario y la crianza de los niños, y si no le damos valor a la equidad, al tiempo libre y a la salud de nuestras comunidades.
Nos queda muy poco tiempo para abandonar el dogma del crecimiento económico y sus decrépitas medidas de bienestar antes de que el medio ambiente tome la decisión por nosotros, a un costo tremendo. Todav’a podemos escoger entrar al nuevo milenio con cordura, valorizando las verdaderas fortalezas, las cuales tenemos en abundancia. Podemos empezar a imaginar formas más autosuficientes y seguras de desarrollo económico comunitario, que proporcionen una alternativa real a la globalización que pone nuestro destino en las manos de fuerzas más allá de nuestro control. Sabiendo que más posesiones no son la llave de la felicidad y el bienestar, todav’a podemos recuperar nuestro futuro, y quizás vivir en una forma un poco más sencilla.
La culminación de un milenio es un momento raro en la historia, cuando una visón de largo plazo puede en realidad superar nuestras habituales preocupaciones de corto plazo. Nunca ha habido un tiempo mejor para contemplar el legado que les estamos dejando a nuestros hijos y la sociedad que queremos habitar en el nuevo milenio. Es un momento que nos invita a colocar los cimientos de una sociedad genuinamente decente, por el bien de nuestros hijos y de todos los habitantes del mundo.
RONALD COLMAN <colman@gpiatlantic.org> recibió su Ph.D. de la Universidad de Columbia y ha enseñado Ciencias Pol’ticas durante veinte años. Participó en un retiro de tres años en la Abad’a Gampo en Cabo Bretón, Nueva Escocia, y desde 1997 ha sido el director de GPIAtlantic.
[1] Nota del T.: as’ llamado por las siglas del IPG en inglés.